Las pasadas elecciones del 29 de mayo de 2022, no solo trajeron sorpresas por el paso a segunda vuelta de Rodolfo Hernández, candidato independiente, sino que despertaron el sentimiento de desesperanza post elecciones que ha embargado a millones de colombianos en repetidas ocasiones en elecciones pasadas, quienes esperaban la elección de Gustavo Petro, candidato del Pacto Histórico.
Si bien Colombia nominalmente es una democracia, en la realidad está lejos de serlo. Una democracia es más que elecciones regulares. Viejos vicios se han mantenido vigentes en Colombia como el clientelismo, la intimidación y las campañas del miedo contra cualquier candidato que implique un cambio. Una democracia es un sistema político que fomenta los intereses de las grandes mayorías representadas en el poder político; donde las autoridades actúan en nombre del bien común y puedan ser escrutadas sin restricción; donde las personas puedan cumplir sus metas y sueños; donde la paz es un bien social; y donde el sistema económico permite y fomenta el beneficio para todos sin restricción apoyando a aquellos en desventaja.
El fin del conflicto con las FARC, el único actor que era capaz de desestabilizar la institucionalidad, abrió una oportunidad para la sociedad, que, sin embargo, ha sido torpedeado por los enemigos de la paz quienes se han beneficiado históricamente de la violencia. Sin un liderazgo político adecuado, Colombia se ha visto inmersa en un sin salida política, económica y social, que si bien difícil de resolver, es posible de encaminar si la decisión política adecuada es tomada a tiempo. La apatía, abstencionismo, y las campañas del miedo han terminado por elegir presidentes que suelen ir en contra del bien común y afectan las posibilidades de la sociedad.
Cualquier persona más o menos informada, sabe que Colombia por sus recursos naturales, posición geoestratégica, riqueza multiétnica y cultural, tiene la combinación perfecta para ser una potencia intermedia en el escenario mundial. Capaz no solo de beneficiar a su población por medio de una democracia y economía fuertes, sino para convertirse en ejemplo para otros países que sufren situaciones similares. Otros ya lo hicieron antes: Europa, Corea del Sur, Singapur, Japón. Solo necesitamos un liderazgo político adecuado que ayude a profundizar la democracia sin mesianismo o populismo.
Los dos candidatos que disputan la segunda vuelta tienen muchos puntos en contra. Petro con su personalidad y un proyecto que genera divisiones, que no convence a una parte de la población. Hernández, con un discurso básico y sin profundidad, que no convence a la otra parte. Sin embargo, Petro conoce mejor el país, tiene propuestas claras que pueden ser frenadas por el congreso, mientras que Hernández se niega a discutir los grandes problemas de Colombia y es un actor que responde a los intereses de los grupos políticos tradicionales, con propuestas como el recorte a los salarios docentes. Los colombianos decidirán. Pero para encaminar a Colombia hacia una sociedad prospera se necesitan más que frases de barrio, se necesitan ideas sobre las cuales se pueda construir o disentir.