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Apr 26, 2025
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Politics / Latin America

América Latina: Civilistas, militaristas y la nueva ola

Por Editorial Task Force |1 año

El proceso político en América Latina ha estado enmarcado entre dos tradiciones encontradas: la tradición civilista y la tradición militarista. Estas han influido en gran medida en la forma en que los países latinoamericanos han abordado los desafíos políticos y sociales a lo largo de los años.

Recientemente ha hecho erupción una versión hibrida entre estas dos perspectivas, aunque muy llamativa para el ciudadano tiene un toque bastante peligroso para la democracia: El militarismo civil. Lideres que llegando al poder por la vía democrática llevan a cabo prácticas propias de la tradición militarista.

La tradición civilista se caracteriza por la promoción de la democracia, el Estado de derecho y el respeto por las instituciones democráticas como pilares esenciales de la gobernabilidad. Esta tradición ha tenido una historia tortuosa en la región, aunque ha sobrevivido a los más férreos ataques. Esta tradición busca la estabilidad política y el desarrollo económico a través de la participación ciudadana, elecciones libres, la protección de los derechos humanos y la profesionalización y subordinación de las fuerzas armadas. Francisco de Paula Santander, conocido por su famosa frase "Si las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad", personifica esta tradición. Santander entendía que la independencia armada debía ir acompañada de la consolidación de un sistema legal y democrático para garantizar la verdadera libertad y justicia.

Por otro lado, la tradición militarista se caracteriza por la intervención militar en la política y, a menudo, por gobiernos autoritarios liderados por militares. A lo largo de la historia de América Latina, ha habido períodos en los que los líderes militares tomaron el poder, a menudo justificando su acción bajo la premisa de restaurar el orden, la seguridad y la estabilidad. Sin embargo, estos regímenes a menudo se caracterizaron por la represión de la oposición política, la limitación de las libertades civiles y la falta de rendición de cuentas.

Las luchas entre estas dos tradiciones han marcado la historia política de América Latina. Mientras que la tradición civilista ha buscado establecer sistemas democráticos y legales sólidos, la tradición militarista ha representado un desafío para la consolidación de la democracia y la protección de los derechos humanos por interés de una minoría en nombre del bien común.  

A lo largo de las décadas, algunos países de América Latina han logrado avanzar hacia una tradición civilista más sólida, consolidando sistemas democráticos y respetando el Estado de derecho como Uruguay, Costa Rica y Argentina. Sin embargo, otros han experimentado períodos de gobierno militar que han obstaculizado el desarrollo político y social, y aunque en un pasado remoto aun siguen ejerciendo mucha influencia en el presente.

La lucha entre estas dos tradiciones también ha influido en la percepción internacional de América Latina. La inestabilidad política y los golpes militares han llevado a una percepción de inseguridad y fragilidad en la región, lo que a su vez ha impactado en la inversión extranjera y el desarrollo económico.

En la actualidad, la región se encuentra en una encrucijada. Muchos países han avanzado hacia una mayor estabilidad democrática y respeto por el Estado de derecho, mientras que otros aún luchan con la presión de las tradiciones militares y la polarización política, aunque ahora bajo una nueva etiqueta de mandatarios de mano fuerte como Nayib Bukele o Álvaro Uribe, o de militarismo civil. En oposición, la consolidación de la tradición civilista es fundamental para el progreso sostenible en la región, ya que promueve la igualdad, la justicia y la participación ciudadana.

En un momento de la historia en que hay una erosión de la democracia alrededor del mundo, y hay un importante número de lideres políticos que llaman al uso de la mano fuerte. La icónica frase de Santander es un recordatorio de la importancia del estado de derecho y sobre todo la participación de la sociedad civil en los procesos democráticos para no caer en la tentación autoritaria.