En las últimas décadas, China ha emergido como una de las principales potencias económicas del mundo. Este ascenso no fue un fenómeno aislado, sino el resultado de una serie de factores, entre los cuales la relación con Estados Unidos jugó un papel crucial, incluyendo un apoyo interesado que, en última instancia, benefició enormemente a ambos países, pero sobre todo a China. Desde la apertura económica del país asiático en la década de 1970 hasta la expansión del comercio y la inversión bilateral, Estados Unidos ha sido un socio indispensable en el proceso de modernización y crecimiento económico de China. Pero, ¿cómo es que Estados Unidos terminó apoyando a un gobierno comunista y dictatorial en su camino hacia la prosperidad?
La transformación económica de China comenzó en 1978, cuando Deng Xiaoping implementó una serie de reformas que marcaron el inicio de la apertura económica del país. Estas reformas incluían la liberalización de los precios, la descentralización de la toma de decisiones económicas y la apertura al comercio y la inversión extranjera. Estados Unidos jugó un papel crucial en este proceso al establecer relaciones diplomáticas formales con China en 1979. Este paso fue fundamental para integrar a China en la economía global.
Una de las formas más significativas en que Estados Unidos ayudó a China fue a través de inversiones directas. A lo largo de las décadas de 1980 y 1990, numerosas empresas estadounidenses comenzaron a invertir en China, atraídas por la mano de obra barata y el vasto mercado potencial sin importar que este país fuera un régimen comunista dictatorial. Estas inversiones no solo trajeron capital, sino también tecnología avanzada y prácticas empresariales modernas que fueron esenciales para la modernización de la industria china. China, con una tradición burocrática de milenios y un gobierno comunista, fue capaz de aprovechar los intereses económicos y comerciales de Estados Unidos en su beneficio.
El establecimiento de Zonas Económicas Especiales (ZEE) en ciudades como Shenzhen permitió a China experimentar con políticas de mercado libre y atraer inversiones extranjeras masivas. Empresas estadounidenses fueron de las primeras en aprovechar estas oportunidades, estableciendo fábricas y centros de producción que se convirtieron en pilares del crecimiento industrial chino.
El comercio entre Estados Unidos y China se expandió exponencialmente en las últimas décadas del siglo XX. China se convirtió en un importante proveedor de bienes de consumo económicos para el mercado estadounidense y mundial, mientras que Estados Unidos proporcionó a China tecnología avanzada y productos de alta calidad. Este intercambio no solo benefició a ambas economías, sino que también fomentó una interdependencia económica que fue clave para el crecimiento del país asiático.
En el año 2000, la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) marcó un hito significativo. Estados Unidos apoyó activamente la adhesión de China a la OMC con el fin de controlar las cuotas de ciertos bienes y productos, lo que facilitó aún más la integración de China en la economía global y abrió nuevos mercados para los productos chinos.
Otro aspecto importante de la relación económica entre Estados Unidos y China fue y ha sido la educación y la capacitación en educación superior. Miles de estudiantes chinos han asistido a universidades estadounidenses, adquiriendo conocimientos y habilidades que luego aplicaron en China. Este intercambio educativo no solo mejoró el capital humano chino, sino que también estableció conexiones personales y profesionales que han facilitado la cooperación entre ambos países.
A pesar de los beneficios mutuos, la relación económica entre Estados Unidos y China ha enfrentado desafíos, especialmente después de la pandemia del COVID-19. Las tensiones comerciales, las preocupaciones por la propiedad intelectual y la competencia geopolítica han complicado la dinámica bilateral. Sin embargo, la interdependencia económica que se ha construido a lo largo de décadas sugiere que ambos países tienen un interés común en mantener una relación estable y cooperativa, aunque la nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China se ha intensificado.
Estados Unidos, dirigido por una política internacional agresiva en el pasado, terminó desempeñando un papel fundamental en el ascenso económico de China como superpotencia en el siglo XXI. A través de inversiones, comercio, transferencia de tecnología y educación, Estados Unidos ayudó a convertir a China en su principal rival. Irónicamente, los comunistas chinos demostraron ser capitalistas aún más voraces, logrando impactar globalmente sin necesidad de intervención política directa en diferentes países a lo largo y ancho del mundo, a diferencia de lo que hacía Estados Unidos en el pasado. Al servir a sus propios intereses, Estados Unidos entregó en bandeja de plata todas las oportunidades a los chinos, quienes, gracias a su habilidad de organización y dirección forjadas en milenios, llegaron a convertir a este país en el gran actor del siglo XXI.