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Aug 27, 2025
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Avant-garde / Big Minds

El dilema de la democracia: ¿tolerancia sin fin? Mill vs. Popper

Por Editorial Task Force |8 horas
Portadas de los libros "Sobre la libertad" (1859) de John Stuart Mill y "La sociedad abierta y sus enemigos" (1945) de Karl Popper.
Portadas de los libros "Sobre la libertad" (1859) de John Stuart Mill y "La sociedad abierta y sus enemigos" (1945) de Karl Popper.

La libertad de expresión es ampliamente considerada esencial para la democracia, pero los filósofos difieren en cuanto a qué tan lejos debe extenderse esa libertad, especialmente cuando el discurso se vuelve dañino o peligroso. Durante la Revolución Francesa, la frase atribuida a Antoine de Saint-Just, “No libertad, para los enemigos de la libertad”, capturó un sentimiento que sigue influyendo en los debates sobre la tolerancia y la libre expresión. Dos de los pensadores más influyentes en este tema, John Stuart Mill y Karl Popper, ofrecen perspectivas distintas pero complementarias, tanto para académicos como para el público general que busca comprender la democracia, los derechos humanos y la libertad de expresión. Aunque ambos defienden la libre expresión, difieren en sus límites y en cómo las sociedades deben responder a discursos intolerantes o peligrosos. Sus ideas siguen siendo profundamente relevantes en los debates del siglo XXI, cuando estos discursos circulan por doquier.

John Stuart Mill y la libertad de expresión

La obra de 1859 de John Stuart Mill, Sobre la libertad, sigue siendo una defensa fundamental de la libertad de expresión. Mill sostiene que el libre intercambio de ideas en sociedades liberales, incluso aquellas consideradas falsas u ofensivas, es crucial para el progreso humano y la libertad individual. Su famoso “principio del daño” establece que la única razón legítima para restringir la libertad, incluida la de expresión, es evitar el daño a otras personas.

El enfoque de Mill es optimista respecto al mercado de ideas: incluso las opiniones falsas o impopulares tienen valor porque confrontar visiones opuestas conduce a una comprensión más clara de los asuntos y, en definitiva, a la verdad. Reprimir ideas, advierte Mill, implica el riesgo del dogmatismo y del estancamiento intelectual. La censura priva a la sociedad de la oportunidad de cuestionar y refinar sus creencias.

De manera crucial, Mill distingue entre el discurso que causa un daño directo y aquel que simplemente ofende o molesta. Se opone a la censura de este último porque socava la autonomía individual y el desarrollo del carácter. Incluso las ideas odiosas o chocantes deben permitirse, salvo que representen una amenaza tangible, como incitar a la violencia o causar un daño directo.

Karl Popper y la paradoja de la tolerancia

Karl Popper escribió en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial, enfrentando una realidad histórica distinta producto de las circunstancias. En el libro La sociedad abierta y sus enemigos (1945), formuló la “paradoja de la tolerancia”: si una sociedad es tolerante sin límites, su capacidad de seguir siendo tolerante puede ser destruida por los intolerantes. Popper observó cómo los nazis usaron libertades democráticas, como la libertad de expresión y las elecciones, para tomar el poder y luego desmantelar la democracia.

La paradoja de Popper advierte que la tolerancia ilimitada puede permitir movimientos que buscan abolir la tolerancia misma. A diferencia de Mill, Popper enfatiza la necesidad de que las democracias resistan y, a veces, supriman ideologías intolerantes para preservar la apertura democrática. Esto incluye el derecho a limitar discursos y acciones que promuevan el odio, la violencia o la destrucción de las instituciones democráticas.

Su postura es pragmática y defensiva. Reconoce la fragilidad de la democracia y prioriza su autopreservación. Su idea clave es que la tolerancia no es una virtud incondicional, sino un principio que requiere límites para poder defenderse.

Contraste de posturas

La diferencia central entre Mill y Popper radica en cómo equilibran la libertad de expresión y sus límites. Mill defiende una libertad de expresión casi absoluta, restringida únicamente por el principio del daño. Confía en el debate razonado y en el poder de las ideas para prevalecer en el mercado. Incluso las ideas ofensivas o impopulares merecen protección, salvo que causen un daño directo.

Popper, escribiendo en un contexto histórico más urgente, argumenta que ciertos discursos no pueden tolerarse porque amenazan las condiciones mismas que permiten la libertad de expresión. Para Popper, la amenaza de las ideologías intolerantes justifica limitar la libertad para proteger la supervivencia de la democracia.

El ideal de Mill es una sociedad donde la verdad emerge del diálogo abierto, lo que requiere amplia tolerancia a la diversidad de opiniones. El marco de Popper es más defensivo, destacando la necesidad de establecer límites para excluir discursos que socaven la democracia misma.

Aplicaciones y desafíos

La visión de Mill resulta convincente en sociedades estables con fuertes tradiciones democráticas, donde la libertad de expresión puede florecer sin amenazas existenciales inmediatas. Su principio del daño ofrece una guía clara para restringir el discurso solo cuando causa un daño directo, asegurando una amplia libertad intelectual y personal.

Sin embargo, los críticos sostienen que el marco de Mill tiene dificultades para abordar daños sutiles o sistémicos, como el discurso de odio, la propaganda o las fake news, que pueden desestabilizar la democracia con el tiempo sin causar un daño físico inmediato, como se ha visto en casos de propaganda radical en Estados Unidos.

La paradoja de Popper responde a esta brecha al reconocer que algunas ideas y grupos usan la tolerancia como arma para destruir la libertad de expresión. Su enfoque respalda una defensa proactiva, incluida la restricción de discursos extremistas y movimientos políticos que buscan desmantelar la democracia.

No obstante, el planteamiento de Popper suscita preguntas difíciles sobre quién decide qué constituye un discurso intolerante y cómo evitar el abuso de poder. Sin salvaguardas cuidadosas, limitar el discurso corre el riesgo de derivar en control excesivo sobre lo que se puede decir.

Perspectivas complementarias

Aunque sus énfasis difieren, Mill y Popper ofrecen lecciones complementarias. Mill nos recuerda la importancia vital de proteger la investigación libre y la libertad individual frente a los excesos del poder. Popper advierte que defender estas libertades a veces requiere límites para proteger el propio sistema.

Juntas, sus ideas destacan el delicado equilibrio que las sociedades democráticas deben alcanzar. Necesitan fomentar el diálogo abierto, proteger las opiniones minoritarias y resistir la censura. Pero también deben estar vigilantes ante amenazas que busquen destruir las mismas libertades que hacen posible la democracia y el libre tránsito de ideas impopulares.

Mill defiende la libertad de expresión como esencial, limitándola solo para prevenir daños y confiando en la razón y el debate para hacer avanzar a la sociedad. La paradoja de la tolerancia de Popper advierte que la tolerancia ilimitada corre el riesgo de permitir que fuerzas intolerantes destruyan la democracia, y llama a una resistencia activa para protegerla. Ambas perspectivas destacan el equilibrio que las democracias deben mantener hoy: salvaguardar la libre expresión mientras defienden con firmeza frente a quienes buscan explotarla y socavar los valores democráticos en esta era de autocratización.