Erotismo disruptivo: María Checa, Playboy y el arte de habitar el cuerpo

En agosto de 1994, María Checa se convirtió en la primera mujer colombiana en aparecer como Conejita de portada (Playmate) en la revista Playboy celebrando los cuarenta años de la revista, y en muchos números especiales durante esa década llegando a convertirse en iono de la belleza. Para muchos, este hecho podría parecer anecdótico o meramente sensacionalista. Pero visto desde una perspectiva cultural más amplia, su aparición representó una inflexión en la manera en que las mujeres latinoamericanas, y especialmente las migrantes, comenzaron a reclamar espacios simbólicos tradicionalmente vedados, negociando visibilidad, autonomía y representación desde un lugar inesperado: el erotismo mediático y su impacto tanto en la comunidad latina pero tambien en sus sociedades de origen, que si bien liberales, están blindadas por un conservadurismo extremo, particularmente en lo que respecta a la autonomía sobre el cuerpo femenino.
Nacida en Bogotá, Checa migró a Estados Unidos siendo aún niña. Desde joven se formó como artista visual, con estudios en escultura y pintura en Maryland, Nueva York y Miami. Este dato no es menor. A diferencia de muchas figuras que han circulado por el mundo del modelaje sin una narrativa clara de autodeterminación, María Checa supo desde el inicio dotar de sentido y agencia a su presencia pública, y al cuerpo desnudo como instrumento de belleza y visualización. Su cuerpo, más que objeto de deseo y erotización, se volvió una extensión estética de su práctica artística.

Aparecer en Playboy, una revista que en los años 90 aún ocupaba un lugar central en la industria cultural estadounidense y en la idea del American Dream, implicaba una doble negociación. Por un lado, entrar en el circuito mainstream de la belleza globalizada, y por algunos, mercantilizada. Por otro, desafiar una moral conservadora profundamente enraizada tanto en la sociedad colombiana como en muchos sectores de la diáspora latina en los Estados Unidos. En ese contexto, su aparición fue disruptiva. No solo por su desnudez, sino por la posibilidad de habitarla desde el arte, la migración y la diferencia cultural.
La recepción en Colombia fue ambigua. Para algunos, María Checa era motivo de orgullo: una compatriota que lograba reconocimiento internacional. Para otros, especialmente desde sectores más tradicionales, su aparición fue vista como una “transgresión”. No era casual: en plena década de los noventa, el país vivía una tensión entre modernización y conservadurismo, entre apertura mediática y control moral. Checa irrumpió justo en esa coyuntura, cuestionando la noción de “decoro” femenino, al tiempo que se insertaba en un espacio que muchas mujeres solo podían habitar bajo condiciones impuestas por la sociedad patriarcal y la moral religiosa.

Pero María Checa no se detuvo ahí. A lo largo de los años, diversificó su carrera: actuó, continuó con su obra artística y se consolidó como empresaria en el mercado inmobiliario de lujo en Estados Unidos. Lejos de ser una figura unidimensional, su biografía habla de reinvención constante, de una inteligencia estratégica para moverse entre mundos diversos, entre estos, el arte, el cuerpo, los negocios, sin perder el hilo de su narrativa personal.
Desde una mirada contemporánea, su figura adquiere nuevos matices. Hoy que hablamos, y debatimos, sobre representación, género y agencia en los medios, reconsiderar la historia de María Checa no solo resulta pertinente, sino necesario. Ella anticipó, en muchos sentidos, las discusiones actuales sobre la autodefinición del cuerpo femenino, la posibilidad de un erotismo no patriarcal y la ruptura con la dicotomía entre la “mujer buena” y la “mujer expuesta”.

En María Checa confluyen varias dimensiones que desafían categorías tradicionales: es migrante y artista, modelo y empresaria, colombiana y cosmopolita. Su paso por Playboy no debe leerse como un gesto frívolo o provocador, sino como un episodio que nos invita a pensar en cómo las mujeres, sobre todo las mujeres racializadas o periféricas, han aprendido a negociar poder desde lugares inesperados.
María Checa no pidió permiso. Simplemente habitó el cuerpo con conciencia estética, con desnudos frontales mostrando el vello púbico, y usó la exposición mediática no como punto final, sino como punto de partida. Su historia, más allá de las imágenes, nos recuerda que la libertad también se escribe con piel, pero sobre todo con decisión.
Maria Checa Link Oficial Playboy Plus
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