Echo mano del título de uno de los libros destacados y debatidos del reconocido filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez para colocar en perspectiva el proyecto de la derecha colombiana que intenta encubrir su responsabilidad histórica en la generación de la violencia, de la corrupción y de la pobreza, entre otras dinámicas que aquejan históricamente al pueblo colombiano raso. En concreto, se trata de colocar las experiencias históricas del país en un punto muerto tal que, a manera de fijar un punto cero, se proclama unas ejecutorias ajenas a la derecha a través de la manipulación esquizofrénica de la memoria. Algunos referentes concretos nos ayudarán a entender este proyecto de desmemoria.
María Fernanda Cabal, actual senadora uribista, adujó sin sonrojarse que la masacre de las bananeras (1928) corresponde más a un mito, pues no fue un asesinato colectivo, sino una confrontación armada. El proyecto de desmemoria invalida históricamente el lugar de las víctimas en las violencias y trata de salvaguardar el accionar de los victimarios.
José Obdulio Gaviria, reconocido político de la derecha uribista, sentenció que en Colombia los miles de desplazados no son tales, sino migrantes que de manera voluntaria deciden por migrar a las zonas urbanas. Ha sido una de las expresiones más crudas de la derecha colombiana por tratar de invisibilizar los altos niveles de violencia, asesinatos y masacres que han producido diversos agentes insurgentes, paramilitares, sicarios y fuerzas oficiales. La negación del hecho maximizado del desplazamiento se enmarca en la retórica insistente de negar y minimizar el conflicto en Colombia, como lo reiteró en los pasados años el hasta hace poco director del Centro Nacional de Memoria Histórica, el historiador Darío Acevedo, pero que Obdulio Gaviria ya había planteado años atrás.
Aunque desde otros tópicos analíticos, el escritor Enrique Serrano, para algunos considerado un intelectual neofranquista de marcada pro hispanidad, también se ha dedicado a minimizar la violencia como fenómeno transversal en la historia de Colombia. No obstante, es claro en Serrano la negación del conflicto por la tierra como hecho crucial y determinante en la historia colombiana, lo cual parece un desatino mayor dado que no solo Colombia destaca como un país con altísimos grados de concentración de tierra en pocas manos, sino por el hecho que, desde la encomienda, la tierra le ha sido expropiada a sus habitantes originales y descendiente mediante formas explícitamente violentas, sea de carácter armado o legal.
Y es que acá asistimos a un proyecto global de la extrema derecha y de movimientos neofascistas involucrados en negar la memoria de los holocaustos y genocidios. Por allá en 2016, Jean-Marie Le Pen, político francés de extrema derecha y líder entonces del Frente Nacional, expresó que las cámaras de gas nazis habían representado solo “un detalle” en el desarrollo de la segunda guerra mundial y del proceso que produjo el genocidio judío. Como se sabe ese detalle causo, al menos, seis millones de judíos asesinados o cremados en los hornos de los campos de concentración.
Ante el advenimiento del primer gobierno de centro izquierda en la historia de Colombia y que se puede resumir en el lema de la política del cambio social -con todas sus tensiones y complejidades-, la derecha colombiana y sus medios de comunicación análogos insisten en instalar el caos como el resultado de los primeros 8 meses del nuevo gobierno, en un claro intento de ocultar, por ejemplo, los altos niveles de violencia durante los dos mandatos de Álvaro Uribe o los elevados grados de corrupción e ineptitud administrativa del pasado gobierno de Iván Duque.
Sin embargo, frente a los desparpajos de la desmemoria, se da en el país un esfuerzo colectivo por preservar la memoria y por sanar las heridas producidas por la convulsa historia de Colombia.
Rafael Antonio Díaz Díaz. Profesor titular en la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá). Doctor en Historia de México y América Latina de El Colegio de México, Magíster en Estudios africanos de El Colegio de México, y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Es una reconocida autoridad internacional sobre diásporas africanas, población afrocolombiana, estudios culturales y subalternidad.
Las opiniones del autor no reflejan necesariamente la posición de este Magazine o su equipo editorial.