Vargas: Inmortalizando la belleza femenina

Alberto Vargas el más accesible de los surrealistas y el más idealista de ellos, señalaría en su biografía Reid Austin. Inmortalizó e idealizó la belleza femenina y marcó un patrón de sensualidad copiado en la fotografía erótica y glamour hasta nuestros días. Su legado es eterno. Él creó las chicas pin-up.
Elegancia, empoderamiento, inocencia e insinuación harían de sus dibujos piezas icónicas.

Influenciado inicialmente por su padre Max Vargas, un fenomenal retratista arequipeño quien fotografió por igual a la clase alta y los campesinos peruanos con un estilo impecable, Alberto aprendería la detallada preproducción y manejo de la luz. Gracias a su madre, quien lo apoyo para recibir la mejor educación y al soporte económico de su padre, en 1916 se trasladó desde Perú a Europa para estudiar en diferentes talleres artísticos en Suiza y Francia, incluyendo una oferta para posteriormente viajar a Londres. Pero debido a las restricciones marítimas impuestas durante la Primera Guerra Mundial, decidió tomar un barco rumbo a Estados Unidos.

En Nueva York quedo impresionado por la diversidad de la belleza femenina y el poder de sus mujeres. Su perspectiva como artista latinoamericano le permitió ver lo que los locales no veían. En una entrevista señalaría: “Desde cada edificio salían torrentes de chicas… nunca había visto nada como eso…cientos de chicas con aire de seguridad y determinación que decía, aquí estoy ¿cómo te parezco?” (1).
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Su vida estuvo marcada por un impresionante talento, las grandes dificultades económicas, pero también su determinación para perfeccionar su arte incluso durante las épocas más difíciles, manteniendo a toda costa la esperanza para que su trabajo fuera valorado. En parte esto fue posible también gracias al apoyo de su esposa Ann Mae, quien fuera su modelo inicialmente.

En Nueva York trabajaría con numerosos estudios cinematográficos y compañías teatrales haciendo carteles. Su trabajo sería incorporado en la revista Ziegfeld Follies, pero debido a las dificultades económicas por la crisis de 1929 decidió trasladarse a Los Ángeles. Allí trabajaría con Warner Brothers y otros estudios como artista e ilustrador. Sin embargo, no lograba obtener la suficiente estabilidad económica y reconocimiento.

Es con la revista Esquire que lograría reconocimiento mundial, pero bajo condiciones indignas. Fue contratado por esta revista para dibujar una chica para cada edición. Sin embargo, su nombre fue modificado, reducido a “Varga” y la revista retuvo todos los derechos de propiedad sobre sus obras. Durante la Segunda Guerra, la revista y particularmente las chicas “Varga” llegarían a ser un símbolo entre las tropas estadounidenses quienes utilizarían estas piezas artísticas como inspiración (2). Tras una batalla legal, Vargas no pudo recuperar los derechos artísticos sobre su arte y renunció a esta revista.

Por cerca de 10 años las dificultades apremiaban, incluyendo el cáncer de seno de su esposa Ann, y a pesar de su reconocimiento y calidad artística los problemas económicos persistían. Sería Playboy, y la admiración de Hugh Hefner por el trabajo artístico de Alberto Vargas, lo que le permitiría estabilizar su situación económica y llegar a convertirse en un icono y referente artístico mundial al incluir su arte regularmente en esta publicación. Curiosamente, entre el artista y Playboy nunca se firmó un contrato, solo fue un apretón de manos entre Vargas y Hefner, un pacto entre caballeros que respetó incondicionalmente los derechos de autor del artista.

Vargas el peruano universal que hizo soñar a millones e idealizó de una manera surrealista la belleza femenina. Es un ejemplo de cómo en el lugar adecuado el talento será valorado, lo importante es persistir y no rendirse. Su obra es un legado y referencia obligada.
(1) Vargas, Alberto y Austin, Reid (1978) Vargas. London: Plexus, 11.
(2) Buszek, M. E. (2006). Pin-Up Grrrls: Feminism, Sexuality, Popular Culture. Durham: Duke University Press, 185-231.
